La actual crisis política de Honduras es para algunos consecuencia de la poca pericia del gobierno de Zelaya quien presionó cuanto pudo para llevar a cabo su referendum; para otros, la culpa recae en la ambición de poder del lider castrense y en el ultraconservadurismo de un sector de la derecha. Hay quien compara la situación de Honduras con el Macondo de García Márquez, como si la intolerancia, el oportunismo y la cequera política existiesen sólo en la ficción. Lamentablemente, no es así. Lo que sucede en Honduras bien puede ser a futuro, una amarga experiencia en El Salvador u otro país donde la democracia es un charco en el cual se toca fondo apenas con pisotearlo. Ninguna nación donde exista polarización tan pronunciada escapa del riesgo de una pesadilla golpista como la que ahora vive Honduras. Pero, parece que algunos líderes olvidan que tambien gobiernan para sus opositores y lanzar una cruzada para prolongarse en el poder puede resultarles en otra, para recuperarlo.
Una lectura cultural de la crisis hondureña podría arrojar luces para nuestro gobierno impulse cuanto antes estrategias que trabajen en la construcción de la unidad nacional, en la definición de objetivos comunes, en el respeto a la otredad. Los valores de convivencia son tan urgentes de atención en nuestra sociedad, como lo puede ser bajar el precio de la canasta básica y el de la gasolina. O es que vamos a llenar la barriga o el tanque y olvidarnos de alimentar al "ser" humano?
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